En mayo de 2002, luego de más de cuarenta años de trabajo en el Hospital, dejé el cargo de Director expresando en mi
renuncia que lo hacía ante “ profundas e insalvables diferencias con funcionarios de la Secretaría de Salud
sobre aspectos esenciales para el normal funcionamiento del Hospital” y
al “desconocimiento de principios básicos de organización y funcionamiento institucional,
la falta de respeto a las normas establecidas, la falta de seriedad y de responsabilidad en el planteo de los problemas, la
ligereza en los juicios y a el exceso de prejuicios y de actitudes soberbias”
y que “deseaba muy sinceramente que
los responsables del sector Salud pudieran rectificar conceptos y metodologías como para que pudiera lograrse el objetivo
de que todos quienes trabajan en el sistema de salud municipal estuvieran incluidos en un marco común donde existieran políticas
y normas racionales y claras y donde estuvieran definidos y respetados los roles y las responsabilidades de cada nivel y de
cada establecimiento.”
Hoy, a más de tres años de entonces, parece que las causas que motivaron esa renuncia se han mantenido y profundizado
y no puedo menos que expresar mi asombro por
el cúmulo de decisiones con las que se han ido afectando a la mayoría de las instancias administrativas de gestión y por los
embates y, en ocasiones, la destrucción que han sufrido muchos desarrollos organizativos,
asistenciales y docentes que personas, sectores y servicios habían conseguido en su esfuerzo por adaptarse a una concepción
moderna de organización institucional. Ante esta situación hago llegar mi solidaridad
a todos cuantos han recibido presiones impropias y han sido afectados por estas medidas.
Más allá de la evidente imposibilidad que se muestra desde la administración sanitaria municipal para entender como debe funcionar un hospital moderno y cuales deben
ser sus formas organizacionales, más allá de la falta de conocimiento y de respeto a principios básicos de derecho administrativo
y de ejercicio responsable de la autoridad, más allá también de una evidente incapacidad para aceptar cualquier forma de disenso
y cualquier instancia que por su acción o pensamiento intente poner freno a tanta irracionalidad existe un problema central
e insoslayable: La falta de un proyecto de
hospital que debió acompañar al proyecto edilicio y que hubiera permitido un funcionamiento acorde con las expectativas comunitarias
y que además debió servir para sentar las bases de su desarrollo futuro.
La falta de un proyecto hospitalario y la incapacidad para pensarlo determina que quienes debieran asumir esa responsabilidad
terminen adjudicando las dificultades de funcionamiento del establecimiento sobre personas
o instancias del hospital y se las afecte o desplace pensando, con mentalidad muy pequeña, que allí están las causas de los
problemas. Por supuesto que ese camino conduce a una destrucción cada vez más profunda del hospital y de su gente, no aporta ninguna solución seria a los problemas e impide ver
la verdadera causa de ellos
Las instituciones de salud tienen mucha inercia. Así como cuesta años levantarlas y mejorarlas, así también hacen falta
años para que se aprecie la magnitud de los daños que sobre ellas producen las decisiones irracionales. Ni el personal del
Hospital ni la comunidad de San Isidro merecen que se siga poniendo en riesgo el futuro de una institución que a todos nos
pertenece y a la que todos estamos obligados a cuidar y a proyectar hacia adelante.
Este “proyecto ausente”, causa de la mayoría de las dificultades actuales, debe ser reemplazado, lo antes posible, por un proyecto sanitario
e institucional sólido, con visión de futuro, que tenga la calidad asistencial como primer objetivo, que jerarquice la docencia
e investigación, que dé cabida a todos cuantos demuestran a diario su compromiso
con la tarea y donde la idoneidad sea el único requisito exigible para ocupar funciones.
Ha sido importantísimo y muy meritorio que la actual administración municipal haya terminado y habilitado el edificio
del nuevo hospital luego de tantos años de demoras y frustraciones posibilitando que los pacientes hayan accedido a un nivel
de comodidad y confort merecido e indispensable para su atención. Pero al mismo tiempo hay que tener la decisión y la capacidad
necesarias para construir el “edificio institucional” que albergue a todos, que delimite responsabilidades, derechos
y obligaciones, que aliente la participación y el crecimiento, que permita el disenso y que tenga por objetivo principal dar las mejores respuestas medico-asistenciales
a las necesidades de salud prioritarias de nuestra población.
Al margen de sus actores circunstanciales un hospital es, siempre, producto
de una creación social. Nos antecede y debe continuar después de nosotros, en lo posible fortalecido y mejorado. Entender
esto y actuar en consecuencia es una obligación tanto de quienes trabajan en él como de las autoridades políticas que tienen
en este sentido un deber y una responsabilidad insoslayables.
Dr.
Bernardo Noguero
Ex
Director del Hospital San Isidro
San Isidro,
Setiembre 24 de 2005